Jul 052014
 

En un momento crucial de la historia del Estado Español, se sigue supeditando todo a la supremacía del texto de la Constitución Española de 1978, esto es, votada ya hace casi 36 años, para justificar cualquier impedimento al propio pueblo soberano, para opinar y decidir sobre la continuidad del régimen y la posibilidad abrir un nuevo proceso constituyente. Lo más curioso y paradójico es que algunos incluso tienen el cuajo de decir que la petición de un simple referendo es “profundamente antidemocrática”. O que no existe nada fuera de la Constitución.

Recordemos que el preámbulo de la vigente Constitución reza que la Nación española proclama su voluntad de (entre otras cosas) establecer una sociedad democrática avanzada. Pues hace tiempo que parece se vulnera el espíritu y objetivos de nuestra actual carta magna

¿Se entiende por democracia avanzada poner a la propia Constitución por encima de las decisiones del pueblo soberano? ¿No parece un momento apropiado para, fallecido Adolfo Suárez, abdicado Juan Carlos I, y trascendida la transición por tiempo y formas, volver a consultar al pueblo español, que es el real soberano? Porque no es sólo que menos del 30% de los españoles votó (a SI o NO en un “pack” indisoluble) la vigente Constitución, sino que el propio sistema electoral de representación se ha demostrado injusto, no proporcional anacrónico y nocivo como analizábamos aquí. Han pasado más de una generación y hoy hay medios técnicos suficientes para mostrar cual es la voluntad general sin tanta intermediación partidaria o temporal (votar cada cuatro años) en lo que ya es un producto desgastado decimonónico. Lo profundamente antidemocratico es, conociendo esto, impedir la llegada de una democracia avanzada.

Y bien, ¿de qué democracia podríamos hablar entonces?. Vamos a ver lo que podría ser realmente una democracia avanzada en el siglo XXI: 

  • La democracia que viene no es monolítica, no se limita a opciones de todo o nada sino que se involucra, cuando es posible y de manera coherente y estructurada, en los matices y en el articulado de las leyes.

¿Por qué decidir una constitución votando SI o NO a todo un articulado y no puede decidirse o enmendarse por artículos? ¿Así se supone que es la carta magna de un pueblo, un “trágala” de lo tomas o lo dejas?

  • La democracia que viene no es periódica sino continua y permanente, no es un juramento de por vida, no se restringe en tiempo y no abre ínfimas ventanas temporales sino que aspira a aplicarse el máximo de tiempo posible y a ser no la excepción, sino la regla.

¿Se supone que las decisiones no cambian? ¿Que el pueblo español actual tiene la misma voluntad política que el de 1978? ¿Que el electroencefalograma decisorio del pueblo es plano durante 1460 de 1461 días (4 años)?

  • La democracia que viene no es intermediada ni delegada sino que permite, siempre que el pueblo lo requiera y lo decida, expresarse de una manera directa.

Decía Rousseau que en presencia del representado, el representante sobra. En el mismo sentido, si hoy puede hacerse ¿Por qué no votar las leyes en vez de los partidos? (Véase por ejemplo esto) ¿O es que se piensa que no tenemos conocimiento para saber decidir pero si para a elegir a quienes deciden? ¿O por qué no es posible un modelo mixto como el preconizado por Democracia 4.0 en el que se vota cuando la ciudadanía quiere intervenir ?

  • La democracia que viene no requiere una centralidad, no necesitará tanto de la figura de árbitros o moderadores, sino que, siempre que respete la coherencia y estructura con el resto de las decisiones podrá  evolucionar hacia la autogestión y las autoconsultas

Es el propio pueblo el que, como mínimo, en una ley de Iniciativas Legislativas Populares realmente democrática y sin tantas cortapisas como actualmente  podría auto-convocarse a su propia iniciativa. (hoy se restringe a leyes no fundamentales, no implica referéndum y además si éste se se hiciese el resultado tampoco sería vinculante)

  • La democracia que viene no es fija, plana cerrada e irreversible, sino que permite la evolución, opciones abiertas,  la liquidez, la revocación y el cambio de opción y atiende a la necesidad y a la afectación como componentes del poder de decisión.

En un futuro se atenderá a la afectación en aquellas normas que no son de incidencia universal para dar pesos a las decisiones de las personas (por ejemplo, si hablamos de aborto, ¿no tendrían que ser fundamentalmente las mujeres, y entre estas incluso más las que están en edad fértil, quienes tuvieran un mayor peso en la decisión?) o a otros factores como necesidad, conocimiento, trabajo, etc. en una aplicación consensuada y ponderadamente basada en el principio de subsidiariedad, pero no solamente en el aspecto territorial. En otro orden de cosas, ante una determinada pregunta o consulta podrián darse no sólo un SI/NO u opciones cerradas, sino respuestas abiertas evaluables después por todo el conjunto (Véase por ejemplo esto como concepto)

  • La democracia que viene no se basa en solo acto del votar, sino que propicia espacios de participación y deliberación que se entrecruzan con la decisión aspirando a una inteligencia colectiva basada en las tres ‘ces’: cooperación, coordinación y conocimiento.

¿Por qué decidir una constitución votando en un único acto y no puede proponerse enmiendas en deliberación colectiva? ¿Así se supone que es la carta magna de un pueblo, un “apichusque” hecho por siete personas donde el pueblo no puede colaborar con sus aportaciones ? ¿No tendríamos hoy la magnífica posibilidad de construir una carta magna colaborativamente?

  • La democracia que viene aunque usa el voto como herramienta no actúa como el rodillo de las mayorías, sino que aspira al consenso y a la superación de las antinomias en propuestas que superen el enfrentamiento.

Si se usa el simple voto en casos de clara división popular, como por ejemplo el actual entre  monarquía y república o entre independencia y continuidad en España de Cataluña, cualquier resultado que no sea una amplísima mayoría (por ejemplo resultados ajustados como 60/40 o 55/45 en cualquiera de los sentidos) puede considerarse una fragmentación y un fracaso de la cohesión social. En una democracia orientada al consenso la mayoría debe buscar la participación de la minoría en lo consensuado, la creación de propuestas que superen antinomias (Véase por ejemplo esto)  y no la simple victoria y rodillo maniqueo de la mayoría (en algunos casos coyuntural) sobre la minoría.

  • La democracia que viene no tiene límites, o espacios vedados ni círculos subordinados a otros, sino que es horizontal con el único marco, avanzando en la idea de consenso. del respeto a los derechos humanos, la no violencia contra otros seres humanos y con la mira puesta en su aplicación universal.

Si hay cosas que no se pueden debatir no es una democracia real. O si hay foros o círculos “jefe” y otros subordinados a ellos no se da una democracia horizontal, pero eso no quiere decir que no pueda haber círculos o foros especializados funcionando en estructura.  Por otro lado, y abundando en la idea de consenso anterior en el respeto a los derechos de todas las personas se establece el marco. Usar la idea de democracia para vulnerar los derechos de las personas tampoco es democracia real.

Quizás todo este listado no sea más que un bonito cuento de hadas, y pueda sonar utópico, pero creo que hoy es muy posible avanzar en esa dirección señalando un camino de evolución futuro. Pero me inclino a pensar que lo utópico es sostener que lo hoy tenemos es democrático y que así se van a resolver los conflictos. Lo profundamente democrático es quizás allanar el camino a la democracia que viene.

No nos engañemos, aunque pueda parecer un avance, un simple referéndum en un sola y estrecha ventana temporal sobre opciones cerradas monarquía o república sería una solución muy corta. Quizás debiéramos enfocarnos en un programa del 90% (Véase por ejemplo esta propuesta) más que en tema que puede ser una medida de un programa del 50% (o de un 60% o un 70% o un 40%, da igual). Quizás hemos entrado demasiado al trapo. Y puede ser una trampa desde el propio régimen, como cualquier decisión que se nos presente de nuevo como opciones absolutas y/o maniqueas incluidas en un pack adornado con un lazo o con amenazas apocalípticas. O puede ser un tremendo desvío al retomar en clave de pasado las opciones antagónicas. Más bien pareciera que deberíamos aprovechar la oportunidad y preguntarnos si queremos abrir, sin prisas, un nuevo e ilusionante proceso constituyente y construir colectivamente una democracia realmente avanzada.

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